Distintas formas de mirar por la ventana, la ventana no nos llama mucho la atención, la tenemos a nuestro lado desde que nacemos y allí donde vamos encontramos siempre ventanas, más grandes más pequeñas, con un cristal u otro, pero siempre ventanas, miramos a través de ellas y solo vemos lo que cambia del paisaje.
Elvijilante
MIRANDO POR LA VENTANA o eso que hace Scarlett Johansson en Lost in Translation.
No
sé qué ocurre con esas aberturas que se hacen en los muros de los
edificios, pero lo cierto es que la atracción que las ventanas producen
en pintores, fotógrafos o cineastas es muy significativa. También parece
que no hay nada más molón que ser retratado mirando por ellas, siempre
poniendo cara de interesante, eso sí. Si el hombre más molón de la
Tierra, nuestro amado líder, lo hace, quien no. Existe incluso una
página web que recopila las imágenes de Obama mirando hacia el infinito y más allá, a través del cristal.
Además observar a través de la cristalera es fuente de inspiración, es la Erato del poeta cutre del siglo XXI.
Y
es que eso de mirar por la ventana es muy moderno, que el vidrio en la
antigüedad era muy difícil de conseguir, así que los ventanales no eran
algo muy común en la vida de la mayoría de las personas hasta por lo
menos el siglo XVIII. El pobre campesino del Medievo lo tenía fastidiado
para mirar por la ventana con cara de interesante; o no tenía ventana, o
no tenía tiempo. Su vida estaba en el campo y la floresta, y como
abriese la puerta o la ventana de su casa, se le llenaría el hogar de alimañas.
Los
romanos lo tenían claro, querían una ventana en su hogar. Como no la
podían abrir en la pared pues ésta se caería, la pintaban. Así existen
varios estilos de pintura pompeyana en los que la abertura de vanos,
ventanas o arquitecturas creando sensación de profundidad es algo
característico. Esa ilusión hacía de unas estancias completamente
claustrofóbicas, algo más digno de mostrar a las visitas.
A
Dalí (el mayor pufo de la historia, después de Robinho), también le
gustaban las ventanas. Y a Vermeer, y a Edward Hooper. El primero las
pintaba porque sí, como todo buen artista surrealista.
A
Vermeer le apasionaba la luz natural, por lo que acercaba a sus modelos
al único punto lumínico de una casa burguesa en la Holanda del siglo
XVII: la ventana.
Y
Hooper quería trasmitir la sensación de soledad del ser humano
contemporáneo, retratándolo mirando a través o siendo observado desde
fuera, siempre con la ventana de por medio. De hecho, hace poco en la
capital del reino, hubo una exposición dedicada a este pintor en la que
se recreaba en vivo uno de sus famosos cuadros.