viernes, 15 de noviembre de 2013

La casa de las 25 ventanas


La casa de las 25 ventanas que se calienta con dos secadores 






Hay una casa en Roncal, un pueblo de 250 habitantes en el corazón de este espectacular valle al noreste de Navarra, que no es como las demás. Ni como la mayoría de viviendas españolas. Solo siete más en España son de la misma especie que la Casa Arias, como se apellida Eduardo, su propietario. El sueño de este carpintero de profesión y de su familia era levantar una construcción de madera, pero en 2006, cuando nació el proyecto, apenas existían edificaciones de este tipo. Conoció al arquitecto alemán Wolfgang Berger, quien le propuso hacer una casa pasiva, es decir, pensada para consumir la menor energía posible, ni convencional ni renovable.


Sorprende al entrar en esta residencia de 190 metros de dos plantas hecha de piedra y madera, que aparece a la entrada del pueblo, que su propietario salude en camiseta de manga corta, sin un solo radiador a la vista, en un enclave donde el termómetro se pone en varios grados bajo cero en invierno. Es porque no hay. Las casas passivhaus, un estándar acuñado en Alemania a finales de los ochenta, obtienen frío en verano y calor en invierno mediante un intercambio de flujos de aire entre el interior y el exterior con ayuda de un sistema de filtros que lo renuevan y reparten de forma estable. El aporte extra de energía, cuando se necesita, suele ser mínimo y preferiblemente de origen renovable. En el jardín de esta casa se ha instalado un sistema de geotermia para el agua caliente sanitaria.


La familia Arias pagó el año pasado 390 euros de factura eléctrica. Para hacerse una idea del ahorro respecto a la necesidad de energía en una vivienda convencional, el hermano de Eduardo, que vive en una construcción de dimensiones parecidas, pagó 3.000 euros.
Las 25 ventanas que este carpintero quiso poner, “es más agradable tener mucha luz”, dice, dan una idea de que la clave para ahorrar energía es un óptimo aislamiento. Por los acristalamientos se suele escapar la calefacción en invierno y el calor achicharra el interior de la vivienda en verano. Aquí no. La envolvente del edificio es una línea continua, no se rompe en ningún punto y se ha aislado a conciencia, con buenos materiales y tapando cada posible punto de entrada de aire hacia la vivienda, ya sea un enchufe o el tubo de salida de la vitrocerámica.
El efecto en el interior es que no se crean corrientes. La temperatura cerca de la ventana varía apenas un grado respecto a la pared. En una vivienda tradicional esa diferencia sube hasta los 12 grados.


El resultado es que esta casa solamente necesita para calentarse en invierno 10 vatios de electricidad por metro cuadrado, esto es el equivalente de dos secadores de pelo. El estándar passivhaus, que empieza a conocerse en España, marca un máximo de consumo de energía de 15 kW por metro cuadrado útil. La de Roncal se mantiene en 12 kW, como muestra orgulloso el certificado que cuelga de la pared del salón.
Según sus propietarios, levantar una casa de estas características, de las que por ahora existen 20.000 en todo el mundo, cuesta entre un 5% un 10% más que una tradicional. “Me suelen preguntar por el plazo en el que se amortiza, la diferencia es que una tradicional no se amortiza nunca por el consumo energético”. En esta, el sobrecoste se compensa con un menor gasto en climatización, calefacción y agua caliente sanitaria.

Esta familia pagó 390 euros de electricidad en 2012


Este carpintero ha montado junto a dos socios la empresa Bau Passivhaus para comercializar edificios pasivos en España. ¿Un pequeño camino de salida a la crisis del ladrillo? “Las empresas echan a gente, nosotros contratamos, hay que cambiar el chip”. La pequeña compañía tiene cuatro casas adjudicadas, dos nuevas y dos para rehabilitar, y está pendiente de confirmar la construcción de tres pequeños hoteles.
Cualquier vivienda puede renovarse según este estándar de eficiencia energética. En una vivienda antigua, el periodo de amortización sube a 15 años respecto a los siete que se tarda en cuadrar las cuentas en una nueva. El máximo de consumo de energía permitido según este sello también se revisa al alza, hasta los 25 kW por metro cuadrado útil.

Metamorfosis de cafetera a termo

l Un sistema activo en energía, como una cafetera, mantiene el café caliente pero requiere un alto consumo energético. Al contrario, un sistema pasivo, como un termo, mantiene el calor sin consumo, por lo que es mucho más eficiente. Es el ejemplo que sirve a la Plataforma Passivhaus para mostrar la comparación entre una vivienda tradicional y otra pasiva.
l Riguroso control de las infiltraciones. Ni entra ni sale aire, logrando un espacio estanco.
l Aislamiento. Es la clave en una vivienda pasiva, para mantener el calor en invierno y el frescor en verano con mínimos cambios de temperatura entre las diferentes estancias. 
l Minimizar puentes térmicos. La envolvente de edificio es una línea continua, sin puentes térmicos.

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